La dimensión del Observatorio ALMA en todo su esplendor quedó en evidencia en estas impresionantes imágenes del conjunto de antenas sobre un nevado llano de Chajnantor captadas recientemente gracias a una cámara montada en un hexacóptero.
El sobrevuelo, que está inscribiéndose en el Récord Guinness de vuelo en altura con multirotores, se logró gracias a una plataforma de vuelo con seis hélices, fabricada en fibra de carbono y controlada de forma remota que funciona con motores eléctricos y baterías de polímero de litio. Un aparato que pese a lo liviano de su peso (1.8 kgs.) y los vientos reinantes de (entre 15 y 30 k/h) garantizaba seguridad absoluta a las antenas pues cuenta con una función de GPS que, en caso de perder señal desde la radio, le permite regresar y aterrizar en el mismo lugar de despegue.
“Hasta el día en que ascendimos a ALMA no había registro de un equipo de estas características volando a tal altitud pues la menor presión atmosférica limita la resistencia necesaria para las hélices, impidiendo generar empuje para elevarse”, indica Ariel Marinkovic, quien lideró la experiencia a nombre del equipo X-cam.
La única solución era reducir al máximo el peso del hexacóptero. Para ello, se le sacó el armazón, incluso el tren de aterrizaje, se diseñó una estructura que le permitiese posicionarse por GPS y despegar y, finalmente, se optó por una cámara de pequeño formato, de alrededor de 200 gramos. El equipo “adelgazó” así 1,2 kilos.
Para enfrentar las bajas temperaturas (unos 3°C) reinantes a los 5.000 metros de altitud en que se encuentran las antenas de ALMA y que pueden hacer perder hasta un 70% de la capacidad de estos aparatos, las baterías fueron envueltas en tela térmica y aluminio.
“Era una verdadera apuesta: el hexacóptero fue diseñado para volar 4.525 metros más abajo. Además los programas de cálculo que se usan para montar estos equipos aseguraban que no sería posible despegar, y lo mismo nos advirtió la mayoría de los aeromodelistas en diversos blogs a lo largo del mundo”, recordó Marinkovic. Sin embargo, la naturaleza los empujó a hacer dicha apuesta: “en un viaje anterior en los géiseres del Tatio, a 4.200 msnm, vi gaviotas y pensé que un ave no volaría donde tenga que ocupar 90% más de energía, sólo para comer un plato distinto”.
El raciocinio resultó ser cierto y, como consecuencias de ello, se consiguieron las primeras imágenes aéreas de ALMA ya operativo, que sin duda deslumbraron.
Una experiencia que ayudó a recordar el origen del nombre Chajnantor, que para los antiguos habitantes de la zona -los atacameños o Lican Antai- significaba “Lugar de Despegue”.
Crédito: EFE/Ariel Marinkovic
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