Por: Claudia Badilla, Psicóloga
Estamos a pocas semanas de que se acabe el año escolar y comience el verano, período en el cual la mayoría de las familias tienen la oportunidad de pasar más tiempo juntas. Comenzamos a pensar en qué hacer, a dónde ir o cómo entretener a los más pequeños, sin tener a veces muchas de estas respuestas
La época estival ofrece una amplia variedad de alternativas para todos. Sin importar la elección que hagamos, debemos tener presente que pasar tiempo en familia es vital, ya que estos momentos sirven para interactuar en un clima de relajo y, así, construir experiencias compartidas. Además, es importante tener presente que el descanso debe ser de no menos de 15 días, siendo ideal que los niños participen en la planificación.
Cuando la familia decide tomar vacaciones, temas como el colegio, la universidad y los trabajos quedan en segundo plano. Ésta es una instancia para otro tipo de aprendizajes, aprender a tomar contacto consigo mismo, con la naturaleza y con los demás, a significar experiencias, a tomar cierta distancia de lo cotidiano y soltar por un momento la practicidad que requiere nuestro quehacer diario; lo que facilita el ver nuestra vida en perspectiva, como proyecto vital en construcción y con sentido, que a su vez permite reforzar o bien redireccionar nuestros esfuerzos.
En familia las vacaciones permiten poner en práctica y observar nuestro funcionamiento como sistema familiar, lo que constituye una oportunidad para reconocerse, en los valores, creencias y modos de percibir el mundo que nos identifica como familia. También valorar lo que nos diferencia, las habilidades, intereses particulares de cada miembro, aceptando sus cambios evolutivos, de modo de ir actualizando, haciendo los ajustes mutuos necesarios que permitan ir trabajando nuestra identidad familiar, fortaleciendo el sentido de pertenencia y unidad familiar.
De esta forma, es importante que los padres consideren que el lugar dónde ir no es lo más importante, el objetivo es que los niños descansen y cambien de actividad y no necesariamente que se llenen de actividades; el simple hecho que compartan sin prisa con ellos favorece el poder tener buenas experiencias junto a sus hijos. Esto, ya que aquellos niños que tienen buenas experiencias veraneando con sus padres, establecen lazos afectivos saludables, son más expresivos y comunicativos con los adultos. Además, generan una relación de complicidad y confianza en base a la aceptación, afecto y consideración parental, desarrollando un sentido de pertenencia que es favorable en las diferentes etapas evolutivas:
- Apoya el desarrollo de confianza básica en los lactantes.
- Fomenta la espontaneidad, iniciativa, conocimiento del entorno y autocuidado en los preescolares.
- Favorece el descubrimiento de habilidades en distintos contextos no cotidianos, que resulta fundamental para el autoconcepto en la edad escolar. Aprenden a entender como parte de su autocuidado el disfrutar y compartir, desarrollando una actitud positiva y optimista de la vida.
- Apoya y favorece el proceso de identidad en adolescentes y jóvenes, mediante la conversación y el debate en un ambiente protegido.
En conclusión, es recomendable pasar las vacaciones en familia, ya que en ellas es cuando se da el contexto más adecuado para disfrutar y generar experiencias familiares.
Al finalizar las vacaciones no olvidemos realizar un balance de lo experimentado, haciendo una evaluación en positivo de lo vivido. Podemos hacerlo viendo fotos y videos juntos. Esto enriquece la cualidad del registro que permanecerá en nuestra memoria emocional, pudiendo ser recuperado durante el año, reexperimentando aquellas sensaciones placenteras asociadas.