Un clima de esperanza y confianza en el futuro se respira en el Colegio Altué, ubicado en el sector Tierras Blancas, comuna de Coquimbo. Este establecimiento educacional particular subvencionado, de carácter técnico-profesional, hoy vive un segundo comienzo, de la mano de nuevos sostenedores que esperan aprovechar las oportunidades generadas por la reforma educacional para brindar un proyecto educativo renovado, capaz de entusiasmar a estudiantes, profesores, asistentes, padres y apoderados.
Abierto en marzo de 2009, el establecimiento destaca por contar con una infraestructura notable, en una superficie de más de 11.000 metros cuadrados, pero claramente desaprovechada y muy por debajo de su capacidad para 800 alumnos. Con su entrega voluntaria por parte de los anteriores sostenedores (una sociedad privada) a la Corporación Educacional Cristo de la Misericordia, a partir de agosto pasado, se inició un proceso destinado a revitalizar a esta institución y sacarla de su postergación. La ceremonia oficial de traspaso se realizó el miércoles 12 de octubre.
El nuevo proyecto es encabezado por el profesor Wilson González Sulantay. “Dentro de la reforma educacional, en la Ley de Inclusión se da la posibilidad de hacer transferencia de la calidad de sostenedor. Este colegio antes era administrado por una sociedad educacional, que podía tener el concepto de lucro; hoy día es una corporación educacional sin fines de lucro. En ese marco, somos de los primeros colegios en la región, si no el primero, en materializar esta transferencia”, explica.
Según el docente, “lo que buscamos es levantar los indicadores de eficiencia interna: mayor asistencia, mejores niveles de aprendizaje, que los niños que terminan su cuarto año medio y tienen la mención de su especialidad técnico-profesional logren titularse. Otros indicadores guardan relación con el clima que debe primar en el establecimiento: de convivencia, de democracia, todo lo que hoy se está demandando. Queremos que se fortalezcan el emprendimiento y la capacidad de ser un colegio inclusivo. Acá vamos a recibir diferentes colores de piel, nacionalidades, credos; el colegio está convencido que la diversidad es lo normal. Aquí vamos a aprender a convivir; los niños van a tener vivencias gratificantes, significativas para sus vidas”.
Estos ideales ya se están poniendo en práctica. Actualmente el colegio acoge a inmigrantes de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y Haití.
UNA AVENTURA COMPARTIDA
La señora Angélica Cortés, dirigente social en Tierras Blancas, lleva siete años como presidenta del Centro de Padres y Apoderados. En su opinión, este ha sido “un buen cambio. No es por desmerecer a los anteriores sostenedores, pero casi no pasaban en el colegio; en cambio ellos (los nuevos sostenedores) están aquí, trabajando en comunidad, profesores, padres y alumnos. Ha sido un vuelco muy grande”.
La nueva administración se ha fijado objetivos hasta el año 2020, promoviendo la autoestima académica, la formación en valores, el autocontrol y la participación ciudadana. Para el año escolar 2017 esperan iniciar un crecimiento sostenido en matrícula, desde prekinder a cuarto medio, más educación de adultos, esta última destinada a entregar un título técnico profesional de nivel medio en Edificación.
El cambio de mano ha sido plasmado en distintas formas, incluyendo actividades de extensión y recreación. Desde la implementación de “recreos entretenidos”, en que los propios alumnos animan y musicalizan, hasta acciones pastorales para estudiantes, padres, apoderados y funcionarios, la ascensión al cerro Pan de Azúcar con niños de tercero y cuarto básico y una espectacular corrida interescolar en el Parque Urbano de Tierras Blancas, entre otras.
Un cambio altamente valorado por la comunidad educativa, como lo señala la estudiante Isamar Góngora, quien encarna el ideal de inclusión social y diversidad que pretende cultivarse en el Colegio Altué: llegó desde Colombia a la edad de 12 años y es de raza negra; hoy cursa tercero medio y es la presidenta del Centro de Alumnos. “Ha sido estupendo. En otros colegios me hacían bulling, por mi color de piel; aquí no, me recibieron muy bien, me incorporaron rápidamente. Al ser un colegio con tan pocos alumnos, el afecto es más cercano, no de profesores, sino como de tíos. Veo mejora en el colegio; que sigan así, que se puede”.