De ser el puerto latinoamericano de la costa Pacífico más importante del siglo XIX, Valparaíso sufrió un grave deterioro en el siglo siguiente, pese a tener una situación privilegiada en la costa y un peso demográfico significativo dentro de Chile. Y si bien en los últimos años se han llevado a cabo diversos planes de acción que han tenido como objetivo dinamizar, mejorar y embellecer la ciudad, éstos han sido insuficientes para hacer de nuestro puerto un lugar seguro para sus habitantes.
Expertos en la materia coinciden en que la intención de posicionar a Valparaíso como un centro de desarrollo universitario, de turismo y cultura –realizado en las últimas décadas y materializado por la denominación patrimonial de la zona del centro histórico otorgado por la Unesco en el año 2003– dejó de lado aspectos tan relevantes como un adecuado plan regulador que incluyera acciones de reforestación para la parte alta de la ciudad, con la intención de proveer una adecuada seguridad de las viviendas.
Junto a lo anterior, es sabido que Valparaíso no sólo tiene graves problemas de accesibilidad vial, sobre todo en lo más alto de sus cerros, sino que además no ha sabido llevar adelante una reconversión de sus quebradas, que es justamente donde se ubican los asentamientos precarios y donde se originan varios de los accidentes de los que hemos sido testigos.
El caso de Valparaíso debe servirnos para tomar conciencia sobre la forma en que estamos impulsando el desarrollo económico, turístico y social en otras regiones de nuestro país. La revalorización de su patrimonio histórico ha sido aprovechada para dinamizar la economía del sector y establecer un polo turístico en la ciudad, pero ha desperdiciado la oportunidad que significa para la creación de viviendas eficientes, que se vinculen con su entorno. Y, lamentablemente, no es un caso aislado, ya que varias de nuestras ciudades regionales deben lidiar día a día con un sinfín de problemas: desde el alto tráfico que afecta la calidad de vida de sus habitantes, hasta la contaminación en invierno, la falta de servicios básicos eficientes y de adecuados programas de desarrollo urbano que vayan en sintonía con las necesidades de hoy.
Con todo lo anterior, el desafío es pensar nuestras ciudades con una mirada de futuro, con valor en el desarrollo inmobiliario para las personas y con el aporte que éste representa para el auge de sectores que hasta hoy siguen postergados. Una planificación urbana que no sólo se vea bien en el papel sino que sea eficiente para no ver más cerros arder en Chile.
Por: Rafael Burmester, gerente general inmobiliaria INDESA.