Desde la tarde del día 1 y hasta el mediodía del 6 de abril de 1987, el Papa san Juan Pablo II visitó nuestro país. Fue así que un domingo 5 de abril el Sumo Pontífice arribó a La Serena para dirigirse, luego de un breve paso por la ciudad, hasta el Club Hípico de Peñuelas, Coquimbo, donde se realizaría el llamado “Encuentro con el Norte Chico”.
El Papa llegaba a Chile en el marco de su gira por tres países sudamericanos, que incluía también a Argentina y Uruguay. En sus viajes apostólicos ya había estado presente en Brasil, Perú, Venezuela, Ecuador y Colombia. A Chile era la primera, y hasta ahora, única vez que la máxima autoridad de la Iglesia Católica pisaba territorio nacional. En su recorrido comprendió las ciudades de Santiago, Valparaíso, Punta Arenas, Puerto Montt, Concepción, Temuco, La Serena y Antofagasta.
Reconocimiento a la Religiosidad Popular
El Sucesor de Pedro llegó a las 17:10 horas al aeropuerto “La Florida” de La Serena, iniciando su recorrido por la capital regional. En la ocasión saludó a cientos de personas que lo esperaban en las puertas de la Catedral y el frontis de la Intendencia. Luego de ello se encaminó por la Avenida del Mar hasta el Hipódromo de Peñuelas, en Coquimbo. Allí le esperaban miles de peregrinos provenientes de todos los rincones de la Arquidiócesis, así como también de diócesis vecinas, como Copiapó y la Prelatura de Illapel, quienes le manifestaron a través de banderas, pancartas y con su masiva presencia la alegría que provocaba este acontecimiento único en sus vidas.
Durante la visita, el Papa tuvo un especial encuentro con los bailes religiosos provenientes de Andacollo, Sotaquí, Copiapó, La Tirana, entre otros lugares, quienes llegaron hasta el sector con las Sagradas Imágenes de El Niño Dios de Sotaquí, San Pedro de Coquimbo, San Isidro de Illapel, la Virgen del Carmen y de la Candelaria, como también de “Ntra. Sra. del Rosario” de Andacollo, siendo la única vez que ha estado fuera de la ciudad Santuario.
En su homilía el Santo Padre hizo especial referencia a estos gestos de Religiosidad Popular: “Si, la piedad popular es un verdadero tesoro del Pueblo de Dios. (…) esas mismas costumbres religiosas, transmitidas de generación en generación, son verdaderas lecciones de vida cristiana: desde las oraciones personales, o de familia, que habéis aprendido directamente de vuestros padres, hasta las peregrinaciones que convocan a muchedumbres de fieles en las grandes fiestas de vuestros santuarios (…) Pero no estéis esperando a que vengan esas grandes festividades: acudid a la Misa dominical, santificando así el día del Señor, dedicado al culto divino, al legítimo descanso y a la vida de familia más intensa”.
Testimonios
El Arzobispo de La Serena en aquel entonces era Mons. Bernardino Piñera, quien además le correspondió recibir al Papa como presidente de la Conferencia Episcopal de Chile. Tuvimos la posibilidad de conversar con don Bernardino, quien sostuvo que “esos días no sólo convivimos con un Papa o jefe de la Iglesia, sino que con un santo. Algo que me llamó la atención de él, que yo traduzco como signo de santidad, era su capacidad incansable para prestarle atención a la gente. Generalmente las autoridades cuando pasan saludan sin problema, pero él iba más allá, se acercaba donde las madres con sus hijos con escasa protocolaridad y mucha gentileza, él mismo decía que las personas no tan sólo quieren ver al Papa, sino que quieren que el Papa los vea a ellos también. Juan Pablo II unía todo lo que la gente esperaba de un Sumo Pontífice: una autoridad mundial de la Iglesia, pero a la vez con una nota de humildad, propia de la santidad”.
En tanto el P. José Manuel Tapia, actual Vicario de Coquimbo, fue destinado como maestro de ceremonia en la santa Misa que se celebró en aquella ocasión. A 30 años de este suceso rememora: “para nuestra Arquidiócesis de La Serena, como también para la Prelatura de Illapel y la diócesis de Copiapó, se mantiene vivo el recuerdo de aquel privilegiado encuentro. Eran tiempos difíciles para nuestro país, por lo que la visita del Papa abrió caminos de esperanza y de reconciliación. Durante esta verdadera fiesta de la fe, su personalidad irradiaba una presencia llena de Dios”.
Presente también en ese momento, como integrante del Seminario Mayor “Santo Cura de Ars” de La Serena, estaba Marcelo Sepúlveda, actual Director del Departamento de Teología de la Universidad Católica del Norte, sede Coquimbo, quien también entregó su testimonio. “Cuando llegó el Papa tuvimos la suerte de saludarlo personalmente, pasó delante de nosotros, nos regaló rosarios y recuerdos de su visita. Fue un hermoso momento, ya que en ese instante el ahora sacerdote P. Carlos Valenzuela le pidió: “Santo Padre una foto con los seminaristas”. Al final de la Eucaristía él accedió y se produjo una situación muy espontánea y significativa”, recordó.
El propio P. Carlos Valenzuela, actual párroco de “El Sagrario-La Merced”, evocó aquel especial momento, “Yo le pido una fotografía al Santo Padre y me dice que al final. Al terminar la Eucaristía subimos seminaristas, diáconos y sacerdotes que estaban más próximos a una tarima que no estaba preparada para soportar tanta gente. Fue un milagro que no sucediera nada”, relató agregando que “yo sentí la experiencia de estar con un santo, que guiaba a la Iglesia, porque tenía una fuerza inagotable mantenía su atención en todo momento a lo que sucedía”.
Otro de los testigos presenciales de la visita del Santo Padre fue Jorge Hurtado, quien trabajaba en aquellos años para el Arzobispado serenense y tuvo la posibilidad de estar a pocos metros de él en Peñuelas. “Yo estaba a unos 10 metros de las vallas papales. Se veía una persona muy alta y radiante. Él, al llegar, hizo los saludos protocolares y luego se dedicó a apreciar los gestos y manifestaciones de aprecio de la gente. En todo momento estuvo muy atento, a pesar de lo agotador que resultaba la gira”, comentó.
Quien tuvo la posibilidad de estar frente a San Juan Pablo II, fue la Hermana Inés María, religiosa del Monasterio del Santísimo Sacramento de las Hermanas Carmelitas Descalzas de La Serena, quien destacó: “era humano con todos, ya que no hacía diferencia entre personas, lo que me pareció muy lindo, trataba a todo el mundo por igual, sacerdotes, religiosas y laicos. Encuentro que todos en la Arquidiócesis quedaron muy felices y quisieron mejorar en su testimonio de fe, se creó un ambiente muy bueno de Iglesia”.
Finalmente María Teresa Aguirre, profesora de religión y quien en aquella oportunidad se desempeñó como secretaria adjunta del Arzobispado de La Serena para la Visita del Papa, contó que lo vio de lejos, pero que vivió cada momento de su recorrido por la zona. “Se apreciaba como una persona con una capacidad de acogida tremenda, porque se percibía ese gesto cálido de su parte que no hacía diferencia de idioma, ni distancias. Hacía sentir a la gente en una unión muy hermosa, había mucho interés por estar cerca de él, verlo, conocerlo, escucharlo”, indicó.
De esta manera se recuerda el legado de San Juan Pablo II, el que sin duda marcó un hito en la historia de nuestro país y, especialmente, en la Arquidiócesis de La Serena, como un verdadero Mensajero de la vida, Peregrino de la paz.