Un temblor de magnitud 6.8º Richter, pero grado VIII en la escala Mercalli por la intensidad en que fue percibido en la región de Coquimbo, remeció a los acogidos del Hogar de Cristo la noche del sábado 19 de enero. Aunque no se informó de daños, “nuestros acogidos naturalmente quedaron sensibles y asustados”,dice Gonzalo Cortés, jefe de operación social en la zona. Y agregó que “luego del temblor formamos una Comisión de Emergencia que fue a visitar a todos los participantes de la región; gracias a Dios no hemos tenido que lamentar ninguna tragedia. Nuestra mayor preocupación es que los adultos mayores frágiles o con limitaciones psiquiátricas y médicas son especialmente vulnerables al estrés que provocan las catástrofes”.
Para Cortés en estas situaciones extremas los adultos mayores sufren mucho, por tener menos fuerzas y recursos para superar los daños. “En los planes de emergencia, los mayores suelen no ser considerados como uno de los grupos más vulnerables y pocas veces se toman en cuenta sus necesidades específicas en los aspectos nutricionales, higiénicos o de vivienda”. Pese a esto, se congratuló de “el entusiasmo de los trabajadores, profesionales y voluntarios del Hogar de Cristo, quienes nos acompañaron hasta altas horas de la noche del sábado para evacuar a todos los participantes del Hogar”.
La Comisión de Emergencia de la institución evaluó los daños en infraestructura de las residencias y hospederías en la zona, las cuales “no sufrieron problemas, con excepción de algunas fisuras menores en la residencia Padre Álvaro Lavín, que acoge adultos mayores en situación de pobreza y quienes fueron inmediatamente reubicados en lugares seguros”, señaló Gonzalo Cortés. Dijo además: “Sabemos por nuestra experiencia en eventos telúricos anteriores que ellos son proporcionalmente más afectados que otros grupos poblacionales. Cuando una catástrofe golpea, los adultos mayores son los más expuestos a riesgos de enfermedades y hasta de muerte, y esto se extrema cuando se trata de personas ancianas, en pobreza, sin ingresos estables ni acceso a créditos para reparar o reconstruir su vivienda, por lo que dependen exclusivamente de programas de ayuda humanitaria”.
Las personas mayores del primer quintil, las que están en el 20 por ciento más pobre, y que tienen algún grado de dependencia de mediana a severa, son alrededor de 160 mil en todo el país. Hogar de Cristo tiene la capacidad de atender sólo al 12 por ciento de ese grupo, por lo tanto quedan 141 mil sin atención. “Por eso, ahora, solo nos queda transmitirles una sensación de seguridad y calma, de conexión y esperanza”, concluye Gonzalo Cortés.
Por Matías Concha