Vengo de un país que lleva más de 20 años en crisis y que, en nombre de la desigualdad, esta situación se ha agravado generando un país más igualitario. Hoy, en Venezuela, la mayoría son igualmente pobres; nadie tiene acceso a servicios básicos como el agua, la luz y la comida; de igual manera se mueren los seres humanos por falta de atención médica, todos sufren de inseguridad, y la corrupción y la falta de derecho se aplican en forma igualitaria.
Como inmigrante y habiendo vivido una experiencia traumática de descomposición social de mi país, quisiera compartir la experiencia de lo que me enseñó la crisis, considerando las diferencias de circunstancias y contextos entre países para evitar que la sociedad chilena llegue a lo mismo: los valores.
Las desigualdades son motivos reales y nobles de diferencias que muchas veces terminan en graves crisis. Entonces, identificado el problema en su conjunto, lo que demuestra que Chile es una sociedad desigual, debemos concentrarnos en la solución y no seguir en un proceso de parálisis por análisis que lo único que hace es alimentar la crisis y generar un círculo vicioso de destrucción con resultados negativos inimaginables.
Nadie pone en duda que es necesario trabajar para disminuir esta realidad cada día. Eso sí, si cada uno, sin importar el rol o condición, logra superar el sentimiento de injusticia y rabia que nos genera el problema de la desigualdad y nos comenzamos a focalizar en que todos podemos ser parte de la solución, además de resaltar que los valores se deben imponer a las emociones negativas, comenzaremos a ver rápidamente las soluciones, las cuales sin dudas moldearán el nuevo Chile que comenzó el pasado 18 de octubre.
Por Salvador Porta, Director y Co-Fundador de Migrante.