“Se puede decir con entera autoridad… eso no pasará acá”, señaló hace pocos días el ministro de Salud, Jaime Mañalic, en comparación con las tragedias de Italia y España. El presidente Trump, por su parte, manifiesta su confianza en que para Semana Santa la población estadounidense podrá asistir masivamente a misa. Su colega mexicano, López Obrador, llamó en la fase inicial de la expansión del Covid19 a seguir haciendo su vida normal. Bolsonaro critica las medidas de confinamiento y señala que la pandemia generará a lo más un “resfriadito”.
En Alemania, Angela Merkel pronunció – antes de entrar en cuarentena voluntaria- por primera vez en sus 14 años de gobierno un discurso dirigido a la población, en la que expuso sin eufemismos la grave realidad y ordenó medidas drásticas de cuarentena. Ello afianzó su liderazgo, al punto que muchos la están llamando a reconsiderar su decisión de abandonar el poder cuando termine su actual mandato.
El comisario de la Unión Europea para Asuntos Exteriores , Josep Borrell, llamó la atención sobre las medidas de ayuda a países europeos implementadas por China Popular, acusando que detrás de ellas se esconde una ofensiva propagandística de la potencia asiática, cuyo gobierno expulsó a su vez en los últimos días a varios corresponsales de medios norteamericanos.
Es que la pandemia del coronavirus implica no sólo una guerra implacable en términos sanitarios y socioeconómicos, sino también políticos y comunicacionales. La conclusión básica es que la política VIVE UN PROCESO DE DE DESORIENTACIÓN PROFUNDA, que se traduce en una serie de declaraciones contradictorias, cuyos efectos no se pueden medir aún.
Lo cierto es que no podía ser de otra manera. Como dice el historiador y sociólogo Fernando Mires: “¿Y si el enemigo no es político? En ese caso estamos… frente a un momento de suspensión de la política”. Y luego agrega que “la política, por supuesto, bajo las condiciones expuestas no desaparece, pero sí ha de ponerse al servicio de la lucha por la existencia”.
Algo de lo que muchos políticos a nivel mundial aún parecen no haberse percatado.
Por: Jorge Gillies, académico de la Facultad de Humanidades y Tecnología de Comunicación Social, UTEM