Hoy hacemos frente a una realidad que nadie imaginó: una crisis sanitaria, social, económica, siendo éstas las aristas más visibles, dentro de una amplia gama de cambios manifestados en el último periodo. En este contexto, me quiero detener en un espacio muchas veces invisible, me refiero al que ocupan las familias monoparentales, especialmente, aquellas que son conformadas por mujeres y sus hijos.
Lo que hoy enfrentan los núcleos con jefaturas de hogar femeninas es realmente complejo, pues, los roles y tareas no pueden ser compartidos ni asumidos con menos presión como en el caso de las familias tradicionales. Las mujeres deben entender que no son superhéroes, que existen circunstancias que se alejan de su control y que es preciso aceptar, no me refiero a la resignación, sino más bien a aceptar lo que se enfrenta y buscar nuevas formas de solución.
Aceptar que los hijos deben aprender a tolerar la frustración, sobre todo en la situación actual, pues estos aprendizajes, por duros que sean, les permitirán desarrollar las capacidades de espera y postergación de satisfacción inmediata, algo que hoy con la inmediatez que nos invade, no logramos desarrollar en plenitud.
Ser honesta con las emociones, dar permiso para contactarse con los miedos, penas, tristezas, entender que están ahí y que son sentimientos o emociones que llegan como visitas a nuestras vidas y como tal, en algún momento se irán. Si una visita me agrada quiero que se quede y hago todo para que se sienta cómoda, las emociones negativas son visitas no agradables, entonces, hay que aceptarlas, recibirla y despedirlas amablemente.
Por último, se debe intentar encontrar el sentido más profundo de las circunstancias que se viven, entendiendo que es un desafío enorme, que permitirá desplegar nuevas habilidades y llegar aún más lejos de donde se está hoy.
Por: Ivonne Maldonado – Académica Escuela de Psicología Universidad de Las Américas