Cambió la forma de aprender y hay que reflexionar sus implicancias: ¿Bajo qué modelo una institución educativa comprende e implementa su proceso de enseñanza y de aprendizaje?, ¿qué sociedad desea anticipar y proyectar en las futuras generaciones?, ¿cuáles son los elementos curriculares indispensables para asegurar un mínimo de formación educativa y/o profesional en tiempos de emergencia?, y según ello, ¿cuál es la misión del docente?, ¿qué conocimientos debe poseer y poner en juego?, ¿cómo debe enseñar?, ¿cuáles son las estrategias didácticas a aplicar en la formación?, hay diferencias sustantivas en la didáctica para desarrollar en los estudiantes la capacidad de “analizar teorías filosóficas” por ejemplo, como para enseñar a “aplicar principios de la física mecánica a la movilidad humana”.
Por otro lado ¿cuál es la misión del estudiante? ¿cuáles son las habilidades cognitivas y actitudes que debe demostrar?, no se ponen en juego las mismas habilidades y la forma de estudiar, para “modelar matemáticamente”, que para “diagnosticar relaciones interpersonales”, exigen tareas, actitudes, estilos y secuencias cognitivas distintas. Y para conseguir dichos propósitos, ¿cuáles deberían ser los entornos y tiempos de formación en condiciones de constantes estados de emergencia?, ¿hay que reducir, posponer, modificar o definitivamente eliminar?
En esta reflexión debería darse un denominador común: el Autoaprendizaje Metacognitivo, y esto conlleva un cambio significativo del rol y la didáctica docente, así como de una implementación curricular flexible, ofreciendo resultados de aprendizajes auto-regulables, con niveles de logro progresivos que deberían ser desarrollados autónomamente por los estudiantes, pero acompañados con la mediación sistemática del docente. Estos componentes se deben a mi juicio, analizar e implementar en conjunto con los mismos estudiantes, al fin y al cabo, son los protagonistas de este proceso.
Por: Marietta Pizarro, Académica Educación Diferencial Universidad Central Región de Coquimbo.
