En los ‘70 y parte de los ’80 El Brillador se había transformado en una de las alternativas laborales para decenas de habitantes de Las Compañías. El movimiento era incesante, sobre todo en el área de la planta donde se trataba el metal que era conducido desde el mineral, cuyo yacimiento se ubicaba en la parte alta de la Quebrada del Jardín. Quienes vivieron esa época aún recuerdan el toque de una bocina justo al medio día que servía para alertar sobre el almuerzo de los trabajadores. Además al término de cada jornada, camiones amarillos recorrían el lugar para dejar a los trabajadores en sus hogares. Un territorio marcado por la falta de una red de agua potable, alcantarillado y pavimento.
Sin embargo, sus pobladores advertían en esta actividad una entrada segura de recursos para alimentar a sus familias. En su puesta en marcha se construyó una serie de obras que le otorgaban una identidad, luego que se utilizaba material de la cementera de Juan Soldado. El mayor símbolo es un mirador que se conserva hasta hoy desde donde se podía observar la faena y las estructuras en que se procesaba el mineral.
La señora Rosa Pastén (70) es nacida y criada en este entorno. Confiesa que aún tiene en su mente el boom que generaba esta actividad, “había mucha gente trabajando y era la única planta que le daba trabajo a las personas por acá. A las 12 se tocaba un pito para que salieran los trabajadores a almorzar”, rememora.
Para la señora Rosa, el mirador desde donde se domina el mar y la bahía porteña tiene su propia historia. “Lo envío a construir el dueño de la hacienda don Rodolfo Jaramillo (actualmente un canal lleva su nombre), nosotros éramos pequeñas cuando vivía en el lugar. Además, íbamos a jugar a su casa”, enfatiza.
De ese pasado siente nostalgia. “Nosotros siempre pensamos que la planta no se iba a terminar nunca. Ahora no hay nada, pasan muchos camiones que van a botar basura. Sería bonito hacer algo, porque está abandonado todo eso”, exclama.
RECUERDOS DE ANTAÑO
Tras el término de los trabajos a mediado de los ’80, se concretó la desmantelación de las faenas y sólo quedaron los muros y silos como símbolo del progreso de una época pujante. En todo caso, si bien en un momento hubo un intento de reflotar la actividad, un sector de la comunidad colocó reparos por la contaminación que se estaba generando (emanación de gases). Además, el sector poblacional crecía exponencialmente. No obstante, luego del cierre definitivo, un grupo de ex trabajadores de El Brillador se continuaban reuniendo para recordar una época gloriosa y que fue clave en sus vidas.
Precisamente, este ambiente es el que pretenden rescatar los integrantes de la Junta de Vecinos de la población Fiscal de La Compañía Baja. La presidenta de la entidad, Sandra Guerra destacó que pretenden presentar un proyecto y plasmar la historia de El Brillador en una serie de murales. Admite que, por ahora, el impacto de la pandemia los ha hecho cambiar las prioridades, pero resalta que la iniciativa la pretenden retomar cuando se logre mayor normalidad. “Pretendemos hacer algo cultural y estampar en las paredes que están en el lugar todo lo que es la historia del sector que no es menor… Tenemos nuestros recuerdos de cuando era el año nuevo, nos tocaban las 12 y sonaba la alarma en la planta de El Brillador”.
El encargado de la Casa de la Cultura de Las Compañías, Alvaro Valero destacó la iniciativa de la organización vecinal, sobre todo por el rescate histórico que se pretende concretar. “Las juntas de vecinos lo pueden hacer, ellos tienen personalidad jurídica y son los mayores representantes de la comunidad y nosotros quedamos a disposición para que se puedan acercar y entregarle toda la orientación y apoyar en buscar una línea de financiamiento para concretar esta idea que es recuperar el patrimonio intangible de lo que ha pasado y dejarlo plasmado en pinturas y murales en el sector, lo que me parece brillante”, subrayó.