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El gran terremoto de 1647 y el Cristo de Mayo

Aproximadamente a las diez de la noche del día 13 de mayo de 1647, un fuerte terremoto azotó la zona norte centro de nuestro país, destruyendo las construcciones, casas y edificios, de ciudades enteras. Santiago, quedó convertido en ruinas, ya que se vinieron al suelo viviendas e iglesias. Gran cantidad de personas murió esa noche aplastada por tejas y adobes.

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También la Iglesia de San Agustín graves daños con este terremoto, sólo quedó en pie el muro que servía de soporte a la imagen del Cristo de la Agonía, a la cual se le desplazó hasta el cuello la corona de espinas.

Se cuenta que cuando el Obispo de la Orden de San Agustín de Santiago, Fray Gaspar de Villarroel, se dio cuenta del estado en que había quedado el Cristo como resultado del sismo, intentó sacar la corona, sin embargo vino una fuerte réplica, tras otro intento se produjo otro fuerte temblor, razón por la que se ha desistido, desde ese entonces, de intentar sacar la corona, quedando hasta el día de hoy en el cuello de la imagen.

A la vista de estos hechos, el Obispo ordenó organizar una procesión por la ciudad de Santiago y pasear la milagrosa imagen todos los 13 de mayo, tradición que se mantiene hasta nuestros días.

Desde ese tiempo, la imagen es conocida como El Cristo de Mayo o popularmente como el Señor de los Temblores y sigue siendo una de las imágenes más veneradas, y sin duda la más famosa de la ciudad.

La leyenda y la Quintrala

La historia del Cristo de Mayo se encuentra unida también, de acuerdo a la leyenda, con la vida de una mujer que vivió en la época de la Colonia de Chile, doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, también conocida como la Quintrala (la que por su maldad era asimilada al quintral yerba amarga y dañina que es nativa de Chile)

La Quintrala descendía de antiguos conquistadores de origen alemán llegados a Chile con don Pedro de Valdivia, de súbditos incas de gran jerarquía y de conquistadores españoles. Era una mujer muy bonita, de abundante cabellera pelirroja y ojos claros, que la hacían muy llamativa.

Siendo muy joven, fue recibiendo como herencia grandes campos e importantes propiedades, llegando a ser una rica y poderosa terrateniente. Ella administraba personalmente sus posesiones, cosa no muy común en esa época. La leyenda en torno a su persona, que comenzó durante su vida, la presenta como una mujer tan rica como malvada. Cruel con familiares y sádica con criados y esclavos. Son innumerables los casos de violencia que se le atribuyen, llegando incluso al asesinato, contra los esclavos negros, sacerdotes, familiares y pretendientes.

Con respecto al Cristo de Mayo, cuenta una de las leyendas que paseando por sus tierras, la Quintrala vio en el tronco de un árbol la cara de Cristo y mandó a tallar su figura con la madera de ese mismo árbol. La imagen permaneció en su casa y fue testigo de sus crímenes y arrepentimientos, pero mientras azotaba a un esclavo, habría visto una mirada reprobatoria en los ojos del Cristo, este habría sido el motivo de lanzarlo a la calle, diciendo que “no quería que ningún hombre le pusiera mala cara en su casa”. De ese lugar lo habrían recogido los sacerdotes agustinos para llevarlo hasta la Iglesia de San Agustín, donde fue colocado en uno de los altares laterales.

Una variante de esta misma leyenda dice que decidió expulsarlo de su casa porque la imagen miraba descaradamente su escote.

Otra de las leyendas más conocida señala que la Quintrala, acusada por alguno de los muchos delitos cometidos, prometió al Cristo ubicado en la Iglesia de San Agustín, que si era declarada inocente y se libraba de la prisión le encendería todos los días de su vida dos velas de una libra. La historia señala que fue absuelta de la acusación, y Catalina cumplió su promesa.

También existe otra versión que cuenta que Catalina de los Ríos estaba enamorada del sacerdote peruano de la orden de los Agustinos, Pedro de Figueroa, autor del Cristo, y por ello le habría pedido tallar la imagen para mantenerla en su casa. Al comprender que su amor no era correspondido y para vengarse de Pedro de Figueroa, habría expulsado la imagen. El sacerdote habría recuperado la obra y la habría colocado en la Iglesia de San Agustín.

La verdad es que la imagen del Cristo de Mayo siempre estuvo ubicada en la Iglesia de San Agustín, Catalina de los Ríos y Lisperguer era una importante terrateniente y vecina de la época, que habitaba en un solar muy próximo el convento de San Agustín pero no hay pruebas de que le hubiera pertenecido en ninguna época.

FUENTE: WWW.PATRIMONIOCULTURAL.GOB.CL – WWW.MUSEOHISTORICONACIONAL.CL

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