Por eso, desde Fundación Impulso Docente aseguran que es fundamental el recordar, re-enseñar y potenciar el valor de la colaboración en la sala de clases virtual o presencial para un mejor bienestar y aprendizaje de los/as estudiantes.
Para lograr aproximarse a ellos, Eduardo Vallejos, profesor y Jefe de Proyectos en Aprendizaje Socioemocional, entrega algunos consejos como por ejemplo, intencionadamente realizar los grupos atendiendo a la diversidad tanto de género como de rendimiento, sobre todo, incluyendo en los grupos estudiantes con mayor participación que puedan influir positivamente en aquellos con menor participación creando sinergias positivas e intencionando así la ampliación del círculo de relaciones de cada estudiante. “Una estrategia útil para esto es ‘seleccionar tu propio grupo’, es decir, invitando a los estudiantes a que enumeren a varios compañeros con los que le gustaría trabajar y luego ubicarlos en un grupo de aprendizaje con una persona que haya elegido y con otra que el profesor pueda incluir”, señala Eduardo Vallejos, profesor y Jefe de Proyectos en Aprendizaje Socioemocional de Impulso Docente.
Por su parte, el profesor/profesora, puede realizar distribuciones estratificadas por nivel de lectura, interés por la asignatura, promedios de notas, nivel de confianza para colaborar, entre muchas otras que cada docente pueda identificar.
Además, es importante crear una interdependencia positiva. La interdependencia puede promoverse y educarse desde cuatro dimensiones:
La más elemental es la interdependencia respecto de las metas, que consiste en que el profesor establezca y comunique una meta que incentive a los estudiantes a asegurar que todos los miembros de su grupo logren los objetivos de aprendizaje. Por ejemplo, el profesor puede comunicar: “Al final de la clase todos responderán una breve evaluación individual. Cada uno debe tener más del 90% de respuestas correctas y debe asegurarse de que todos los demás miembros del grupo también superen el 90%.” Alternativamente, el profesor podría comunicar la siguiente meta: “Procuren que cada miembro del grupo obtenga un porcentaje de logro superior al que tuvo la semana pasada”, agrega Vallejos.
Otra estrategia complementaria consiste en crear interdependencia respecto de los recursos. Esta consiste en que el docente dará a cada miembro del grupo sólo una parte de la información, los materiales u otros elementos, de modo que los miembros tengan que combinar sus recursos para realizar una tarea.
Por otro lado, la interdependencia de los roles se implementa asignando funciones y responsabilidades complementarias a cada miembro en las actividades que debe llevar adelante el grupo (por ejemplo, un alumno está a cargo de llevar registro, otro de verificar la comprensión, otro de promover la participación de cada integrante del grupo).
“También, la interdependencia respecto de la identidad se genera cuando cada grupo elige un nombre o un símbolo para el grupo, como una bandera, un lema o una canción, creando una identidad compartida que une a los miembros del grupo”, finaliza Vallejos.
Asimismo, fomentar relaciones de apoyo es crucial: Darse un tiempo para esto es clave para fortalecer la identidad y el compromiso de los integrantes con su grupo. Es importante intencionar espacios para que los estudiantes se “retroalimenten”, se den feedback mutuamente, señala Vallejos. Por último y no menos importante, para estrechar relaciones también en ciertos momentos se deben considerar “rompehielos” o juegos que fomenten el conocimiento y la compenetración de los miembros de los grupos.
Y si bien la colaboración es parte de nosotros como seres humanos, los alumnos, en especial los más jóvenes, necesitan aprender y reforzar esas actitudes colaborativas. Por eso, resulta importante “modelarlas” a través de un ejemplo. “Así, los estudiantes puedan observar cómo se ven y cómo se escuchan las habilidades que se desean potenciar”, señala Vallejos.
Esto se puede hacer de manera simple a través de una tabla T acompañada de su explicación y modelaje por parte del profesor:
Finalmente, se deben generar espacios intencionados y modelados para que los estudiantes puedan analizar con qué eficacia están logrando sus objetivos y cómo están funcionando los acuerdos y la participación de los miembros de los grupos y para lograr aquello podrían considerarse como instrumentos listas de cotejo, escalas de valoración, o incluso preguntas abiertas y la autoevaluación individual o grupal o la coevaluación entre grupos. Una vez más, la decisión pedagógica debe pasar por aquel instrumento y modalidad que mejor se ajuste al contexto y objetivo que estén trabajando en clase.