Los resultados de la última Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), ubican a la zona norte como el territorio con el aumento de pobreza estadísticamente más significativo.
Si bien las regiones que representan el centro sur y sur, presentan porcentajes más altos de personas y hogares en situación de pobreza, el aumento más alto se observa en Arica y Parinacota, Tarapacá, y Antofagasta, aumentando respectivamente un 3,5%, 7,6% y, 4,2%. Atacama y Coquimbo igualmente tuvieron un alza en el porcentaje de población en situación de pobreza, en un 1,6% y 0,2% cada una.
A la luz de estos datos, es tremendamente preocupante la situación actual que enfrentamos. El incremento de los índices de pobreza no sólo refleja la cantidad de personas que no cuentan con ingresos suficientes para cubrir sus necesidades más básicas, sino que van quedando al margen de un desarrollo integral; la pobreza no sólo afecta los indicadores de ingresos o gastos, sino que otras dimensiones tan relevantes como el acceso a la salud, educación, vivienda, trabajo y seguridad social, y participación comunitaria.
Los desafíos, sin duda, son grandes; los efectos económicos y sociales que ha dejado la crisis sanitaria por COVID-19 se ven reflejados en los resultados de la Casen, sin embargo, creo que las alternativas de solución (en plural) a este problema no debieran apuntar únicamente a mejorar los ingresos, por ejemplo, a través de transferencias monetarias, sino repensar el tipo de políticas públicas que se requieren para abordar el problema, cuya naturaleza es multidimensional.
El panorama es preocupante, sí, pero también ofrece la posibilidad de repensar la manera en la que estamos entendiendo el desarrollo, transitar desde una matriz centrada en el crecimiento económico con un modelo muy centralizado, a un desarrollo orientado hacia los territorios, reconociendo sus particularidades en cuanto a los recursos, problemáticas e intereses.
Ello sin duda requiere del fortalecimiento del capital humano como elemento prioritario, así como la inversión en ciencia y tecnología, la apertura a espacios y mecanismos de participación, así como el trabajo coordinado y complementario entre los sectores público, privado y la sociedad civil, los que serán fundamentales para avanzar en un desarrollo sustentable; atendiendo por cierto la urgencia de las necesidades que presenta la población, pero sin dejar de preocuparse por el desarrollo, con la mirada puesta en el largo plazo.
Por: Mariela Valderrama Díaz, Trabajadora Social, académica UCEN Región Coquimbo