Las personas son por naturaleza seres sociales desde que nacen y hasta que mueren, viven y conviven en sociedad (familia, amigos, parejas, trabajo, deporte, religión, política, ocio, etc), pero en algunos momentos, el ser humano reclama soledad, estar consigo mismo, para descansar y reflexionar. Se retiraba a su habitación, patio, o al campo a buscar ese ser interior que perdemos todos en la socialización. En la soledad resolvíamos dudas existenciales, en esta escribe el poeta y reflexiona el filósofo. En la actualidad eso parece imposible. Ya no es solo la radio y la televisión que llegan a todas partes, hoy se agregan el internet y los teléfonos celulares, que forman parte de nuestro día a día. Ya no podemos ni queremos vivir sin ellos. Parecieran incorporados a nuestro ADN, cuerpo y mente.
Aunque nos retiremos, cargamos encima el instrumento conector, que “nos salvará” de la soledad absoluta, aunque estemos lejos o solos, sé que lo tengo allí a mi disposición. Así esté muy retirado sé que en un segundo puede conectarme al mundo. Vivimos en una sociedad de “multitudes solitarias” o “la muchedumbre solitaria” de David Riesman. La única soledad que prima hoy es la de poder estar junto a mi móvil. Con el hago todo, resuelvo todo, desde trabajar, jugar, chatear, conectarme con gente nueva, y lo más importante puedo desconectarme cuando se me venga en gana, la conversación comienza y termina cuando yo digo.
Hoy como nunca antes estamos frente la exaltación de lo comunicacional como eje central de la sociedad. Todo se desarrolla en la comunicación: economía, política, cultura, ocio, lo público y lo privado. Pero todas estas relaciones que se nos presentan como asépticas y neutrales, están dominadas por relaciones de poder. Para Lipovetsky la sociedad contemporánea sustituye “el acto social por el acto comunicativo”, es decir, preferimos referirnos a lo conectivo, donde realmente no hay comunicación, sino solo conexión.
Los nuevos artefactos tecnológicos y las llamadas redes sociales se convierten en lo que Althusser denomina los “aparatos ideológicos”, predominantes en esta etapa concreta de la modernidad, que influyen ampliamente en la educación y en los medios tradicionales de comunicación, contrario a lo que normalmente se piensa.
Por: Pedro Rodríguez Rojas. Sociólogo, académico, Universidad Central región Coquimbo.