Un estudio realizado por el área de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición del Centro de Investigación Biomédica en Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) ha demostrado que comer rápido se asocia a mayor riesgo de sobrepeso y otros factores cardiometabólicos en la infancia.
“Al ingerir alimentos a alta velocidad no le damos el suficiente tiempo a nuestro cerebro para sentirse satisfecho, por ello comemos más de lo que en realidad necesitamos. Esto favorece el aumento de peso e incremento en los niveles de grasa corporal. Además, se pueden producir problemas como la indigestión y la acidez”, comenta Carolina Pye, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de los Andes.
La especialista agrega que “en el caso de los niños, el comer demasiado rápido también aumenta el riesgo de atragantamiento, ya que los alimentos no son masticados correctamente lo que puede causar asfixia”.
En este sentido, Carolina Pye entrega algunas recomendaciones que permitirán cambiar los hábitos a la hora de comer y así evitar las consecuencias de comer demasiado rápido.
- No llegar con demasiada hambre a las comidas: es recomendable que los niños cuenten con colaciones saludables entre las comidas. Esto permitirá que ellos puedan comer con más calma.
- Picar la comida en trozos pequeños: al tener trozo de comida más chicos facilitará el proceso de masticación de los niños y la ingesta será más lenta.
- Masticar varias veces las comidas: lo ideal es formar una “papilla” dentro de la boca, así se evitarán posibles riesgos de asfixia.
“Es recomendable que estás prácticas sean trabajadas desde pequeños, ya que entre más grandes se incluyan en la rutina alimenticia más difícil es acostumbrarse a ellas. Además, algunas de las consecuencias de comer rápidos pueden ser más difíciles de revertir con el paso de los años”, concluye Carolina Pye, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de los Andes.