La sociedad se encuentra cada vez más informada con respecto a los cuidados de la piel, sin embargo, aún existen muchas dudas en torno a las eventuales enfermedades que pueden producirse a raíz de un lunar al cual no se le otorgó la real importancia.
Una de las grandes interrogantes relativas a la piel, son los lunares. Por ello, hay que estar atentos a estas pequeñas manchas oscuras, ya que podrían traernos severos problemas. Su nombre científico es el de nevus, y corresponde a una proliferación en una determinada área de células llamadas melanocitos, la que normalmente produce el pigmento de la piel. La aparición de estas pequeñas manchas oscuras, planas, generalmente simétricas, en nuestro cuerpo, ocurre a partir de la infancia y, dependiendo de su crecimiento y forma, se pueden dividir en congénitos (están desde el nacimiento) y adquiridos (se desarrollan a partir de la infancia).
“Los lunares no son estructuras estáticas, sino, más bien, muy dinámicas, por lo que pueden sufrir cambios a lo largo del tiempo. Es importante entonces, que estas modificaciones sean analizadas por un especialista, debido a la posibilidad de cáncer a la piel. Su detección temprana es fundamental para un mejor pronóstico”, señala el dermatólogo de Clínica Ciudad del Mar y miembro de la Sociedad Chilena de Dermatología, David Oschilewski.
Por lo general, un individuo tiene cierto tipo de lunares muy parecidos entre sí, los cuales se repiten a lo largo de la superficie corporal. Sin embargo, existen otros que no tienen las mismas características. Precisamente, son estos los potencialmente peligrosos.
“Eso es conocido en jerga médica como “el signo del patito feo”, es decir, de un grupo de lunares más o menos parecidos. El que se escape del padrón predominante es el que debe importarnos”, indica el dermatólogo.
Además, existe una regla que auxilia en el índice de sospecha sobre los lunares llamada ABCDE, que resume las siguientes características: A- Asimetría; B- Bordes irregulares; C- Cambio de colores; D- diámetro mayor de 6 mm y E- Elevación o aumento de espesor. Lunares con algunas de estas características deberían ser evaluados.
Por otro lado, cuando aparezcan lunares en aquellas zonas donde no los habían, o sean poco usuales, como palmas, plantas, uñas, labios, párpados, cuero cabelludo o genitales, idealmente deberán ser evaluados al menos una vez al año.
Actualmente, existen modernos equipos, como lo es el dermatoscopio, el cual permite una evaluación mucho más precisa de los lunares sospechosos.
“Luego de tener todos los antecedentes, el especialista deberá evaluar si se trata de una lesión sospechosa de malignidad, para posteriormente, proceder con la extirpación. Por otro lado, existen casos donde los lunares pueden incomodar al paciente, tanto física como estéticamente. Ambas situaciones son susceptibles de ser evaluadas para una eventual extirpación”, explica el Dr. Oschilewski.
¿En qué consiste la intervención?
Se trata de un procedimiento ambulatorio y rápido, que permite a las personas integrarse prontamente a sus actividades habituales, aunque de igual modo, deben tomarse ciertas precauciones, como por ejemplo, que la intervención sea realizada por un profesional, es decir, un médico debidamente certificado, en una sala de procedimiento destinada para este fin.
“La técnica, en sí, consiste en la extirpación total de la lesión, con un margen mínimo de piel normal. La muestra se envía a anatomía patológica y se cierra la zona donde estaba el lunar con una sutura especial fina. En general, todo el instrumental y técnica usada en dermatología son muy delicados y de precisión, por lo que la tolerancia y resultados estéticos son muy buenos”, concluyó el especialista.