En febrero de 1976, la tranquilidad de la pequeña localidad de Cutún, en la Región de Coquimbo se vio abruptamente quebrantada por un fenómeno que sigue llamando la atención de los investigadores de lo paranormal.
Pasadas las seis de las tarde, de uno de esos días de verano, el técnico agrícola, Nicasio Torres, corrió hasta la casa de uno de sus vecinos. Muy nervioso le contó que extraños fenómenos estaban ocurriendo en su casa. En medio de su evidente estado de pánico le contó que inexplicablemente “estaban lloviendo piedras desde el techo”. Su vecino no dio crédito a lo que le contaba y le pidió que se calmara y regresara a su hogar.
Pero los extraños fenómenos se siguieron registrando, por lo que Nicasio volvió a casa de su vecino al día siguiente. Pero en esa oportunidad tampoco tuvo la respuesta espera.
Fue sólo el tercer día cuando su vecino accedió a acompañarlo para ser testigo del suceso que lo estaba atormentando.
Hasta el lugar llegaron su vecino, Gabriel Orrego, su sobrino Ángel Orrego y un amigo de estos conocido como Manuel Rojo. Al ingresar a la casa todo estaba en completa normalidad, por lo que todos pensaron que sólo se trataba de algo imaginario del dueño de la casa. Ante ello decidieron retirarse.
Antes de hacerlo, Gabriel Rojo, decide salir de la casa y tomar agua desde el pozo que se encontraba en la parte posterior. Fue allí cuando al abrir la puerta, sintió como una pequeña piedra pasaba por sus pies e ingresaba a la vivienda. Ante esto y creyendo que se trataba de una broma, comenzó a lanzar garabatos al supuesto bromista. En ese momento, otra pequeña piedra cayó sobre su hombro.
Ante esto, junto al resto del grupo, salieron a explorar el lugar, pero no encontraron a nadie. Con el objetivo de encontrar una explicación a este suceso, se quedaron en la casa.
Fue así como se sentaron en la mesa de la vivienda y esperaron. Tras quince minutos se sintieron tres fuertes golpes sobre dicha mesa. Tampoco pudieron identificar el su origen por lo que quedaron perplejos. Al llegar la noche, y al no ocurrir más fenómenos extraños, el grupo decidió abandonar el lugar, pero, poco antes de hacerlo, son testigos de otro hecho impactante.
En el lugar se encontraba la esposa de Nicasio Torres, quien tenía en sus brazos a su pequeña hija. De pronto desde la pared cae un muñeco de trapo sobre el que la mujer clavaba sus agujas y alfileres de la costura. Luego, de manera inexplicable y ante de la mirada atónita de los presentes, el muñeco salto desde el suelo hasta el cuerpo de la pequeña. Luego, el muñeco salió brincando por una de las puertas que estaba abierta en ese momento.
Al día siguiente, el muñeco fue encontrado en el gallinero de la propiedad. Desde ese momento los fenómenos paranormales se siguieron incrementando. Puertas y ventanas se abrían de manera inexplicable, piedras, velas y misteriosos huesos de cavares seguían cayendo dentro de la vivienda, algunas noches se sentían ruidos extraños en la cocina y al día siguiente descubrían que el orden de la loza había cambiado, también se escuchaba molestos silbidos, y aparecían ráfagas de viento inexplicables y sólo dentro de la vivienda. Otro hecho inquietante tiene que ver con aparición de extraños rasguños en las paredes de las habitaciones. La actividad paranormal se incrementaba a medida que se acercaba la media noche.
Durante muchas noches se realizaron además sesiones de espiritismo donde participaron los más cercanos de la familia, una de ellas es Ruthy Chelme (en la fotografía), quien fue testigo de los fenómenos ocurridos al interior de la vivienda.
Hasta el lugar llegaron varios investigadores de lo paranormal, también periodistas y muchos curiosos, pero hasta hoy nadie sabe a ciencia cierta qué fue lo que ocurrió en aquella pequeña localidad de Cutún, en pleno Valle de Elqui.