El miércoles recién pasado un equipo de profesionales apoyados por la Universidad Católica del Norte, la Armada y la ONG Oceana lograron una descubrimiento arqueológico que tiene a los historiadores marítimos expectantes. Se trata de los primeros restos de la tragedia del vapor Itata, ocurrida el año 1922 en las costas de la Región de Coquimbo.
A través de un vehículo robotizado (ROV) con cámaras de alta resolución y que puede bajar a altas profundidades, los expertos pudieron establecer el punto exacto donde la embarcación -con más de 400 personas a bordo- se hundió producto del mal tiempo y el movimiento de su carga.
En las primeras imágenes, dadas a conocer el jueves por Diario La Región, se pueden observar una serie de huesos (fémur y costilla) que podrían ser de los animales que iban a bordo o de los tripulantes o pasajeros del Itata, sin embargo aquello debe ser determinado de manera científica.
“Confirmamos que ese es el punto donde está la estructura del Itata….esos huesos nos llegan por el azar…. no es que un pescador haya botado una costilla, un fémur, al mar, sabemos que es ahí. Ese punto coincide con todos los datos que nosotros tenemos. Esta es la evidencia que no estamos ni a 90 ni 100, ni a una milla de Itata, sino que estamos a metros. Esta embarcación tenia una estructura de 101 metros y debiera estar todo, porque está en una zona no oxida, por la profundidad. Hay vida pero no hay ningún atisbo de luz. A menor profundidad es mayor la descomposición por el efecto de la luz u el oxígeno”, indicó a la Voz del Norte, Ricardo Bordones, sociólogo y documentalista.
LAS DIFICULTARES
“Las corrientes eran muy fuertes. Nosotros tirábamos el ROV en un punto, que nosotros sabíamos que era ahí, y las corrientes nos hacían derivar a 300 a 400 metros. Aunque lleva hélices, tenia posicionamiento, pero lo hacia caer en cualquier lado y había que levantarlo, moverlo y luego la corriente nos hacia mover a nosotros. Fue una lucha eterna con la corriente. Las embarcaciones tienen la posibilidad de un lance de peso muerto, eso hace caer el ROV justo en un punto. Estamos esperando que la Armada también nos pueda facilitar otra embarcación”, dijo el documentalista.
EXPERTO
Durante la última expedición el ROV (Remotely Operated Vehicule), fue operado por el especialista y director de la ONG Oceana, Matthias Gorny. Este equipo permite grabar videos en alta resolución en profundidades de hasta 600 metros, para reconocer las especies que viven en el fondo marino.
“Pudimos encontrar varios objetos, incluso telas. Los huesos los encontramos a 198 metros de profundidad. Debido a la profundidad, la falta de luz, poco oxigeno hace que no se descompongan. Por ejemplo, el cráneo del Teniente Uribe, de la Esmeralda que estaba a 70 metros de profundidad lo rescataron el año 79 luego de 100 años. Rescataron todos los cráneos y huesos a menor profundidad”, indicó Bordones.
Los investigadores, Carlos Cortés (Biologo marino) y Ricardo Bordones (Sociologo) han contando con el apoyo de una serie de entidades, entre ellas la Municipalidad de La Higuera, TPC, la ONG Oceana y la Universidad Católica del Norte. Toda las imágenes captadas durante la búsqueda y el proceso de investigación serán parte de un documental que podría ver la luz durante 2018.