La cinta de Cristóbal Valenzuela y María Paz González investiga el robo artístico más recordado de la historia de Chile: la sustracción de una escultura de Auguste Rodin en el Museo Nacional de Bellas Artes, en 2005, por parte de un estudiante de Arte, quien justificó su delito como una acción artística.
Se exhibe en el Teatro Centenario de La Serena y en el Centro Cultural Municipal de Ovalle.
Su segunda semana en cartelera cumple el documental “Robar a Rodin”, del director Cristóbal Valenzuela, que investiga el robo de arte más recordado en la historia de Chile: la sustracción de una valiosa escultura de Auguste Rodin, llamada “El Torso de Adele”, desde el Museo Nacional de Bellas Artes, en junio de 2005. El responsable resultó ser un estudiante de la carrera de Arte, quien se justificó afirmando que se trataba de una acción artística, destinada a comprobar que “una obra de arte estaba más presente no estando”.
La cinta se presenta en el Teatro Centenario de La Serena (Cordovez 391) este jueves 9, viernes 10 y sábado 11 de noviembre, a las 20:00 horas, con una entrada de $ 2.000. Igualmente, en el Centro Cultural Municipal de Ovalle (Independencia 479), los días jueves 9, 16, 23 y 30 de noviembre, a las 19:30 horas, con un valor de $ 1.500.
La película es producida por la destacada documentalista María Paz González y obtuvo el premio como Mejor Documental Latinoamericano en FICViña.
Es la octava y última producción presentada por el ciclo anual 2017 del Programa Miradoc, dedicado a la circulación de documentales chilenos, que cuenta con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Este documental funciona como un relato detectivesco, que permite ironizar sobre el estado del arte contemporáneo y las contradicciones del quehacer artístico. Con toques de absurdo, explora en los dilemas del arte y entrelaza la figura de uno de los más famosos artistas modernos europeos, como fue el francés Auguste Rodin, con uno de los más desconocidos artistas chilenos contemporáneos, Luis Onfray, el responsable del hurto, quien tiempo después de cometer el delito cambió su nombre a Emilio Fabres y desarrolla actualmente su propia carrera artística.
El realizador Cristóbal Valenzuela conocía a Onfray, pues estudiaban en la misma universidad. “En (la universidad) ARCIS era usual ver alumnos implicados en acciones subversivas. Sin embargo, el caso del robo de la escultura de Rodin era distinto. Por primera vez estábamos frente a un estudiante que justificaba su acción delictual con argumentos estéticos”, señala.