Desde enero nos enfrentamos a una subvariante de Ómicron, la BA.2, conocida como “sigilosa”. En este momento en Chile no tenemos casos documentados de esta subvariante, pero no sería extraño pensar que estamos conviviendo con ella desde hace un tiempo. Este virus ha mostrado evolucionar en forma rápida, por lo que la vigilancia y secuenciación de él, se ha vuelto fundamental para que se puedan tomar medidas a nivel poblacional e individual.
Si Delta era 2 veces más contagiosa que cepas anteriores y Ómicron es de 3 a 5 veces más contagiosa que Delta, pensar que la subvariante BA.2 se haya estimado sea 1,5 veces más contagiosa, nos habla de que la velocidad de propagación irá en rápido aumento, lo que nos pone en un escenario de incertidumbre en cuanto a la duración de esta ola de contagios y lo que podría significar para la capacidad hospitalaria de nuestro país.
Si bien los investigadores han podido observar que Ómicron, y también su subvariante BA.2, tienen un comportamiento sintomático más leve, existe una sensación de falsa seguridad por lo que debemos recordar que es imposible predecir el impacto, especialmente en personas portadoras de patologías crónicas o inmunocomprometidas. Que el nivel de contagiosidad aumente, significa que el virus puede llegar con mayor facilidad a las personas de riesgo y aumentar la hospitalización y mortalidad.
En el escenario de riesgo actual y para controlar la transmisión, lo aconsejable es reducir el número y la duración de los periodos de contacto entre personas, limitar la exposición a aglomeraciones, mantener altos niveles de trazabilidad, además de continuar con una medida de salud pública efectiva en controlar la gravedad y letalidad del virus en la población, como es la estrategia de vacunación. A nivel individual, es necesario continuar con el uso de mascarilla, distanciamiento social y lavado de manos como medidas básicas, evitando movilizaciones innecesarias.
En este momento Chile está mostrando cifras diarias por sobre los 35.000 casos y un dramático aumento de muertes. El cambio de estrategia del gobierno, modificando la definición de contacto estrecho, agregando el de persona en alerta de COVID y modificando a su vez las indicaciones de aislamiento, ha dejado en las manos de los ciudadanos, o más bien dicho, en sus bolsillos, la posibilidad de mantener las restricciones de movilidad. Si bien se sigue recomendando evitar la exposición social y asistir a sus lugares de trabajo cuando se ha tenido contacto con una persona confirmada de COVID-19, deja a la voluntad del empleador y a la capacidad económica individual, el poder restarse de sus funciones activas.
Lo sigilosa de esta subvariante BA.2 de Ómicron, se debe a la incapacidad de ser distinguida de su antecesora Delta con una PCR corriente, pero ha demostrado no ser sigilosa en su capacidad de contagio y aún no podemos vislumbrar las repercusiones, tanto poblacionales como individuales, que pueda acarrear su distribución masiva en nuestro país. No es tiempo de bajar la guardia.
Natalia Castillo Académica Escuela de Técnico de Nivel Superior en Enfermería Universidad de Las Américas